Acabo de leer Filosofía antigua, misterios y magia, de Peter Kingsley, publicado por Atalanta.
Es un libro apasionante y lectura obligada para todo aquel que tenga interés en los
orígenes de la civilización occidental. Una obra que muestra cómo el punto de vista de un racionalismo dogmático ha condicionado y falseado nuestro
entendimiento del pasado y, por tanto, también del presente.
El autor no recurre prácticamente a fuentes externas a la tradición griega para explicar ciertos aspectos oscuros para la mente moderna. Teniendo cierta familiaridad con las tradiciones orientales, por ejemplo, uno se encuentra continuamente en estas páginas con elementos fácilmente comprensibles por comparación y analogía con ellas. Da la impresión de que el autor es muy consciente de tales paralelismos y elige no seguir ese camino, sino delimitar su actividad dentro de los parámetros de la Filología Clásica, jugando con las reglas del mundo académico al que se dirige y en el que se inscribe su obra, y a lo sumo acudiendo a las culturas más próximas al mundo griego, por estricta necesidad, pues la tradición pitagórica y el propio Empédocles beben de esas fuentes, y son a menudo las que confirman ciertos puntos en su fascinante periplo a través de la geografía infernal, las asociaciones entre elementos y dioses o la verdadera transmisión de conocimiento que recorre la historia de la cultura clásica, desde el orfismo hasta los neoplatónicos. Es fascinante comprobar cómo el Hermetismo, la alquimia, el sufismo y la mística cristiana se comunican con esta Filosofía antigua a través de cauces sinuosos pero seguros, y cómo el verdadero conocimiento o la Gnosis se ha transmitido ininterrumpidamente a través de la Antigüedad, adaptándose siempre a formas nuevas y, casi siempre, pasando por pasajes subterráneos que ya en aquellos tiempos pasaron desapercibidos para las figuras que, paradójicamente, han pasado a ser consideradas como guías infalibles y autoridades ineludibles en estos terrenos por los estudiosos modernos: principalmente, Aristóteles y Teofrasto.
Una investigación filológica admirable y un estudio académico de enorme erudición, meticulosamente apoyado en un prolijo aparato de notas, que sin embargo engancha como una novela y revela colores y matices nuevos de un paisaje olvidado tras capas de malentendidos y prejuicios perpetuados en el tiempo. Espero leer pronto su otra obra En los oscuros lugares del saber, también publicada por esta editorial. Como siempre, Atalanta es una fuente de disfrute, aprendizaje y revelación.
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